jueves, 20 de noviembre de 2014

Pensamiento Positivo



         En muchas ocasiones habremos leído u oído hablar acerca del pensamiento positivo y de todos los beneficios que aporta. Por ejemplo, los efectos de un enfoque positivo ante situaciones adversas, el bienestar que proporciona esta forma de pensar cuando nos habituamos a hacerlo, la búsqueda más efectiva de una solución ante un problema, el aumento de probabilidades para la consecución del éxito, etc. Aunque a veces encontraremos referencias que lo definen como positivismo, este concepto representa una corriente filosófica que poco tiene que ver con el pensamiento positivo y con la forma de ver las situaciones que nos rodean.

      Es importante hacer un inciso acerca de la idea errónea que comúnmente existe acerca del pensamiento positivo.
El pensamiento positivo no se reduce a pensar positivamente sobre hechos que aún no han tenido lugar, o tener pensamientos ilusorios acerca de que todo en esta vida nos va a salir bien (tocarnos la lotería, que nos van a llamar para el trabajo deseado, etc.). El verdadero pensamiento positivo radica en la elección más positiva entre dos o más posibilidades tomadas como opciones, en un caso en el que no conocemos el resultado verdadero o la realidad.

Veamos en qué consiste este tipo de pensamiento.
      Cuando surge una situación de la que desconocemos el resultado o su significado, siempre tenemos dos opciones, pensar positiva ó negativamente. Dentro de este pensamiento positivo, también se incluye el “pensamiento neutro”, es decir, no adelantar hechos no ocurridos hasta que estos tengan lugar, para que seamos objetivos. Pensamiento positivo no es lo mismo que negación de lo negativo. Pensamiento positivo no es incapacidad para ser realista. Pensamiento positivo es simplemente la habilidad de concentrarse en los aspectos buenos y beneficiosos de cada situación, de transformar una situación desventajosa en una productiva. Esta actitud provoca que afrontemos dicha situación con optimismo y con energía, estando más atentos y centrados en realizar la tarea encomendada o resolver la situación desconocida. Tengamos en cuenta en este aspecto, que en este estado, nuestra energía física y mental será mayor, con lo que nuestra vigilia y sentidos estarán más agudizados para llevar a cabo el objetivo propuesto. Es decir, tenemos muchas más posibilidades de éxito. Así pues, nuestra mente estará despierta para pensar en posibles soluciones ante esa situación, estado que nos ayudará a mantenernos centrados en la solución, no en el “problema”.

      Por el contrario, cuando dicha situación desconocida se afronta con una actitud o pensamiento negativo, nos sentiremos con menos energía para afrontarla, y encontraremos peor las soluciones, ya que estamos consumiendo recursos en protegernos contra todo lo malo que pensamos que puede pasar ante esa situación. Si este proceso sigue por ese camino, es probable que el miedo se apodere de nosotros y que éste desencadene un bloqueo que nos deje paralizados, lamentándonos de algo que ni siquiera ha pasado y, finalmente, sin buscar una solución a una situación que quizá hubiera sido muy sencilla de solucionar.

      Por ejemplo, imaginemos una situación donde el ciclo empieza por un comentario sencillo pero radical hacia uno mismo. Por ejemplo, “No puedo” o “Todo me sale mal.” El siguiente paso, sea cual sea, ya está invadido de negatividad, pues ya hemos declarado que no saldrá bien. Llegado el momento, cuando las cosas efectivamente no nos salgan bien, confirmaremos nuestra creencia y pensamiento negativo, lo cual llevará a más declaraciones radicales negativas. Y así, poco a poco, el círculo vicioso se crea y se reproduce infinitamente en nuestras vidas, creando cada vez más ondas que tocan cada aspecto de su vida.


      El cambio no es sólo necesario sino muy posible. El pensamiento positivo es un hábito que se puede desarrollar y cuyos beneficios son inmensos.

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